A principios de la década de los 2010’s el Deathcore se encontraba en un notable proceso de transición. Se empezaba a hacer una gran diferenciación entre “Deathcore vieja escuela” con bandas insignia como Suicide Silence con su aclamado álbum The Black Crown y Chelsea Grin con My Damnation, se ponían a la vanguardia del subgénero con dichos lanzamientos. A la vez que nuevos exponentes como Thy Art Is Murder e Infant Annihilator empezaban a surgir para liderar lo que sería conocido como la “Nueva escuela del Deathcore”.
Hasta este punto, Whitechapel venía de una ya legendaria trilogía ensamblada por los aplastantes The Somatic Defilement, This Is Exile y A New Era Of Corruption. Que en un periodo de 4 años entre dichos lanzamientos bastó para convertirlos en uno de los mayores pilares del Deathcore. Pero más allá de buscar mantenerse en el nivel de influencia y notoriedad en un subgénero que los estableció como referentes, la banda afrontaba un gran desafío al buscar una identidad propia, un álbum que significase un paso hacia adelante en términos creativos y que finalmente nos hiciera decir a todos: “Esto es Whitechapel“.
Es aquí cuando llegamos al gran álbum homónimo de la banda. Lanzado el 19 de Junio de 2012 a través de Metal Blade Records, este sería álbum que buscaría y eventualmente cumpliría cimentar una sólida identidad propia que hasta el día de hoy sigue vigente en la banda.
Para lograr esto fue necesario realizar algunos cambios que elevarían el sonido de la banda, empezando por la incorporación de Ben Harclerode en la batería en reemplazo de Kevin Lane y Mark Lewis en el rol de productor, quienes de manera dinámica no sólo entendieron el sonido de la banda sino también la dirección musical a la que se quería llegar.
Tras el sendero de devastación dejado con la trilogía Somatic-Exile-New Era, Whitechapel más que lanzar un álbum más rápido o más pesado buscaba ensamblar todos esos elementos que se crearon en los álbumes anteriores, pero esta vez darle una forma ideal al sonido de la banda. Administrando mejor los elementos característicos de la banda como secciones rápidas y breakdowns en las canciones, abordando un proceso de composición en el que se da mayor prioridad a una estructura más técnicamente pulida pero que al mismo tiempo apuesta por crear “Ganchos” y estribillos memorables.
A la hora de reproducir el disco nos encontramos con estos cambios de entrada con “Make It Bleed”, canción que inicia con una pausada introducción de piano para dar paso a Phil Bozeman quien tras un breve repaso de los 3 álbumes nos da una explosiva bienvenida una nueva etapa que inicia de manera frenética y explosiva. Siendo esta canción la perfecta apertura para este álbum, ya que nos da a entender que en efecto estamos ante un álbum de Whitechapel pero a su vez nos presenta elementos novedosos y transiciones muy interesantes.
Estos elementos continúan con la frenética “Hate Creation” y “(Cult)uralist”, canciones en las que la banda da rienda suelta a sus facetas más veloces y pesadas pero no dudan en añadir dinámicos elementos que son bien comandadas por el versátil trabajo de Harclerode en la batería y el infalible trío de guitarras de Ben Savage, Alex Wade y Zach Householder quienes en este álbum logran distribuir mejor las melodías y riffs ejecutados por cada uno amparados por el ataque en bajas frecuencias por parte de Gabe Crisp.
El enfoque de Whitechapel de crear canciones memorables los hizo apostar por añadir “Ganchos” a las canciones para así lograr una mayor fidelidad del oyente por medio de coros pegajosos y riffs envolventes influenciados enormemente por el Groove Metal. La cumbre de este elemento es “I, Dementia”, canción que quizá es el mayor himno de este álbum y la cual se volvería recurrente en sus presentaciones en directo. Representando un gran acierto por parte de esta apuesta sonora de la banda.
En medio del nuevo y fresco enfoque traído en este álbum, Whitechapel demuestra que aún tiene un gran poderío con las poderosas “Section 8” y “Faces”. Canciones en las que la banda libera un gran poderío y furia tanto lírica como instrumentalmente, con canciones que en su momento fueron grandes favoritas al ser incluídas recurrentemente en los shows de la banda.
El álbum homónimo también destaca además por su sólido tracklist, canciones en las que el orden con el que se presentan hace de este álbum una experiencia mucho más disfrutable. Haciendo que joyas infravaloradas como “The Night Remains” y “Dead Silence” brillen en este álbum con total fuerza e identidad propia, siendo seguidas por un breve y emotivo instrumental en “Devoid” para indicarnos la recta final de este gran álbum.
Al llegar al fin de este álbum nos encontramos con “Possibilities Of An Impossible Existence”, canción que nos presenta un aplastante riff con una contundente letra en la que un furioso Phil Bozeman apunta con su dedo índice una temática personal que terminaría eventualmente cobrando un gran protagonismo en los álbumes de la banda en el futuro.
Más allá del gran trabajo en composición y ejecución, el sello de identidad definitivo no sólo de este álbum sino de toda la banda vendría en la ya icónica sierra con estrellas de la portada. La cual representa el escudo del estado de Knoxville (Estado de donde la banda orgullosamente es oriunda) impreso en dicha sierra, un concepto creado por Ben Savage que definiría por completo la imagen de la banda. Convirtiéndose en un símbolo que sería recurrente en álbumes, mercancía e incluso en la piel de los fans más devotos de la banda quienes portan tatuajes de esta imagen. Algo que Phil Bozeman, Alex Wade y Gabe Crisp también lucen como símbolo de unidad y hermandad.
Este álbum homónimo de Whitechapel más que ser ser un gran lanzamiento musical sigue representando uno de los puntos clave en la discografía de la banda, ya que fue realmente el primer álbum que cimentó las bases de una identidad tanto visual como sonora que hasta nuestros días seguimos apreciando en Whitechapel. Destacando en especial esa búsqueda interminable de marchar hacia adelante en un constante camino de exploración musical del que llegaron a surgir álbumes como los majestuosos The Valley y Kin, dejando siempre la eterna emoción y expectativa de qué hará Whitechapel después para hacer que se fortalezca aún más su poderosa identidad.
Contador de historias por pasión y periodista de profesión. Guitarrista ocasional y metalhead de tiempo completo. “Viviendo un concierto a la vez”.
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